La muchacha cubría su cuerpo con una chilaba oscura. La burka sólo dejaba ver sus bellos ojos almendrados. El jinete detuvo la marcha de su cabalgadura ricamente enjaezada y le dijo que si le dejaba ver su rostro —que seguramente sería tan hermoso como sus ojos— él se casaría con ella.
—¿Estás seguro, señor? —repuso la joven.
— Sí, te lo juro por Alá —fue su respuesta contundente.
Ella fue bajando lentamente el velo. Él dio vuelta su cara con un gesto de repulsión y se marchó al galope.
Entonces, la madre le preguntó a la hija:
—Era el candidato ideal para ti, ¿por qué usaste la magia para afear tu rostro?.
La veinteañera contestó con firmeza: Porque él sólo deseaba mi belleza exterior y el verdadero tesoro está en mi corazón, que se refleja en mis ojos.